El hotel está enclavado en la ladera de una colina natural que llega a orillas del mar del Seno de Última Esperanza y está recubiero de champas de pasto en todo su exterior, tanto paredes como techos. Estas características externas hacen que el hotel se fusione con su entorno. Al acercarse parece estar incluido en el cerro sin alterar el paisaje disminuyendo el impacto visual al mínimo.
El interior está pensado de tal modo que, sintiéndose acogido, exista interacción con el exterior, el hotel tiene vistas preciosas al Seno de Última esperanza y al Glaciar Balmaceda. Por esto la decoración es mínima, el color casi inexistente, se privilegió el uso de los materiales en su forma menos elaborada. Los muebles de hormigón a la vista, de ciprés de las guaitecas y de fierro fueron especialmente diseñados para el hotel.